PRESENTACIÓN
Ahora que es posible mirar hacia atrás, se nos ofrece este libro como testimonio de una vida entregada al arte. Se dice, y se dice bien, “la sangre llama”, pero lo que pareciera un destino decidido no anula la libertad, porque es por deliberación propia que Fátima Anzueto ha acudido a ese llamado para de manera íntima, sosegada y decorosa dejarnos estas páginas sobre la también guatemalteca Rina Lazo. No es que no se sepa quién es ella; se conoce ya desde hace tiempo su trayectoria, su temprana formación, desde sus inicios en Guatemala, hasta que su talento la trajo a México; sus influencias, como alumna de La Esmeralda y como ayudante destacada de Diego Rivera; el desarrollo de sus propias habilidades, tanto en sus obras murales, como en sus lienzos. Se presiente, como en una atmósfera esplendorosa, sí, la ancestral cultura maya, pero también los avatares del complicado y fascinante siglo XX mexicano. Ahora aparece ante nosotros la voz serena y reflexiva de Rina Lazo que declara su itinerario artístico y vital volviendo sobre sus propios pasos con un dejo de confesión. Como en la “Suave patria” de Ramón López Velarde, se nos da un gajo lírico de la epopeya del muralismo mexicano. Los datos sabidos, como desnudos y fríos huesos, se visten de carne y nervios; se tienen, entonces, la mirada apasionada, el pulso firme, la sonrisa cómplice; aparece la vida, la maravillosa, por intensa y fecunda, vida de Rina Lazo. A todo ello ha sabido estar atenta Fátima que con exquisitez y buen gusto, con sobria sensibilidad nos pone ahora en las manos este libro que el lector experto y el novato sabrán apreciar en lo que vale, porque guarda como en un joyero, los más valiosos momentos de esa larga y prolongada odisea que, tal vez sin que ni Rina ni la autora lo supieran, tenían a México como destino consumado.
Gabriela Ugalde
Coyoacán, agosto de 2019.